Cuando conocí a Rita Barberá
Las cuatro de la tarde o por allí de un día entre semana de los noventa. Salgo del Instituto de los Pontonniers caminando con mi bici al lado, empujándola antes de salir al calle y poderme subir a ella. ¿Y con quien me topo, caminando por la acera, ya en la Neustadt , a punto de cruzar hacia la place Saint -Étienne por el puente del mismo nombre? A Pascual Maragall. ¡Hombre, Maragüall, querido compatriota, compañero, usted por aquí! Había pronunciado mal su apellido y sin duda por lo cariacontecido que se puso se sintió bastante ofendido. "Maragüall" dije, y es Maragall. Rectifico pronunciándolo correctamente a continuación suya. Entonces me cuenta que viene recorriendo a pie al camino desde la sede del parlamento europeo, cercana a mi casa, hacia donde estoy a punto de dirigirme en dirección contraria a la suya. Anduvo en un encuentro de alcaldes europeos junto a la alcaldesa de València, que viene un poco atrás, y se dirigen hacia un sarao de los que se organizan en la