Cuando conocí a Rita Barberá

 


Las cuatro de la tarde o por allí de un día entre semana de los noventa. Salgo del Instituto de los Pontonniers caminando con mi bici al lado, empujándola antes de salir al calle y poderme subir a ella. ¿Y con quien me topo, caminando por la acera, ya en la Neustadt, a punto de cruzar hacia la place Saint -Étienne por el puente del mismo nombre? A Pascual Maragall. ¡Hombre, Maragüall, querido compatriota, compañero, usted por aquí! Había pronunciado mal su apellido y sin duda por lo cariacontecido que se puso se sintió bastante ofendido. "Maragüall" dije, y es Maragall. Rectifico pronunciándolo correctamente a continuación suya. 

Entonces me cuenta que viene recorriendo a pie al camino desde la sede del parlamento europeo, cercana a mi casa, hacia donde estoy a punto de dirigirme en dirección contraria a la suya. Anduvo en un encuentro de alcaldes europeos junto a la alcaldesa de València, que viene un poco atrás, y se dirigen hacia un sarao de los que se organizan en la antigua sede del ayuntamiento de Estrasburgo.

Llega aparentemente más cansada que él. A él la ha dado tiempo a preguntarme medio en serio medio en broma si se alquilaban bicis parecidas a la mía en algún lugar cercano, para hacerse con una. Y no. Por mucho que Estrasburgo fuera una ciudad súper pionera en cuanto a peatonalización del centro y aperturas de carriles bici la verdad es que no existían céntricas tiendas de las que pululan en ciudades turísticas como València o la propia Estrasburgo hoy en día, post Covid parece que algo menos. Ni alquileres públicos callejeros de ciclos.

Ya llega Rita, a la que no conocía. Me la presenta él. Amable y efusiva fue, je, me dio unos besos tales que parte de su maquillaje se quedó fijado varias horas en mis mejillas. Y charlamos un rato, allí cerquita del puente sobre el río Ill. De València, de Alzira, de Estrasburgo. Ya rondaba por mi cabeza instalarme algún día del otro lado de los Pirineos. 

Algunos españoles del insti escuchaban a Héroes del Silencio; una amiga francesa con la que compartía clase y con la que deseaba que lo de aquella noche de fiesta que degeneró dentro de la iglesia de San Pablo (los protestantes son mucho más liberales ;-)) durara algo más me proporcionó el LP en cassette de "Veneno en la piel" de Radio Futura y lo desgasté mucho. No di crédito cuando el bajito de origen escocés que iba conmigo a judo de pequeños me soltó ingenuamente unos días o unas semanas después de aquella fiesta: "Pues a mi me gusta la que te liaste el día de la fiesta de Saint-Paul". Nooooo. Y sí, aunque fue para bien, no tardarían nada en juntarse y ser pareja durante muchísimos años. 

En el programa de los inmigrantes de los sábados por la mañana en Radio Bienvenue Strasbourg podían sonar tanto "Locomía", como Julio Iglesias cantando a "Galicia" o "Cómplices", "Es por ti" se titulaba la canción, o algo así. Todo ello gracias entre otros a Richard Muñoz, con el que compartimos clase algunos año antes en el collège Kléber. Él también acabó cruzando los Pirineos para regresar a su querida Vall d'Uixó. ¡Y resulta que nos volvimos a ver allí! En unas fiestas de la localidad a la que había acudido con amigos/as. En tiempos en los que sin redes sociales conseguí hacerme con él atrapando una guía telefónica en papel y llamándole desde una de las cabinas de plástico azules y verdes que tenía instalada Telefónica en los bares. Ya desde el mismo pueblo. Luego resulta que era peñista de pro y pasamos una noche memorable. Es más, ¡es un actor social tan destacable del pueblo de Isabel Bonig que hasta llegó a encabezar la lista de UPyD al congreso por la provincia de Castellón! La magnanimidad y la indiscriminación con las que actuaba de DJ en el programa de los expatriados españoles de la radio local de Estrasburgo ya resultaban sospechosas ;-) 

Más adelante me parece haberme cruzado con Maragall alguna vez en Barcelona. A Rita me la he encontrado varias veces por València, evitando que me manchara una vez más con su maquillaje. También recuerdo cuando Bertrand, el quesero francés del mercado de Ruzafa, se enfrentó a ella. Momentazo. 

Maragall no se acordará y Rita no está más. De allí a que sintiera la necesidad de recordar la anécdota, imagino. 

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