El abogado (que se creía conseller en cap)
Primavera/Verano de 2019
“Hummmmm, miércoles…” Voy caminando lentamente -es por la mañana y no hace mucho que emergí- por la acera de una arteria colindante al río que vio como la faraónica sede de su partido pasaba a mejor vida, sustituida por un hotel en construcción cuyos huéspedes albergarán seguramente menos intrigas y secretos inconfesables que las sucesivas direcciones del PSPV.
Medio dormido, la percepción de un movimiento brusco delata una presencia a mi izquierda y me hace levantar los ojos del suelo mientras voy caminando. Él acaba de dar un giro vivaz, repentino, propio de un personaje agitado, de una suerte de Louis de Funés. Un giro, a la vez que una flexión que viene a marcar una acentuada combadura, conformando un ángulo recto casi perfecto entre piernas y pelvis. Una postura exagerada con la cual la posición de su tronco permite una mirada muy cercana a un cartel. Una mirada digna de un miope profundo, de hecho lleva gafas y no le sería necesario acercarla tanto. No recuerdo si se las recoloca con su índice derecho, un gesto habitual en él, en este instante concreto. El cartel indicaba horarios de apertura y ha desaparecido desde entonces. Se encontraba situado a la derecha de la puerta de un local de posterior y polémico cierre, cerrada en este momento.
A nuestro héroe solo le faltaba un gallato para parecerse a Edadepedrix u a otro anciano de pronunciada encorvadura de esos que salen en cómics.
Doy por hecho que de haber estado abierta la puerta habría accedido rápidamente al bonito patio al que daba acceso. Como doy por hecho que me ha visto llegar y que se marca una maniobra de escape grosera típica del personaje, maniobra que le ha visto torcerse con gesto urgente. Los ojos rozando ya de muy cerca el rótulo, ahora lee en voz muy alta, señalando tanto su presencia como su desprecio a mi persona: “Hummmmm, miércoles” -era un miércoles y coincidía con el primer día de apertura de la semana- “abierto a partir de las 12h00”.
Serían las 9 de la mañana o por allí. De no significarse con semejantes gestos aparatosos envueltos en su desagradable perfidia es probable que ni siquiera hubiera percibido su presencia. Hay maneras y maneras de evitar miradas o esquivar saludos. Las suyas dan mucho asco.
Luego se emitiría en À Punt la entrevista que daría en el interior del lugar al que finalmente accedió por la otra puerta.
Todo un personaje
Sería mentir pretender que no me viene a la mente Juan Branco al redactar estas líneas. Aunque no comparta todo con él, yo, como él tuvo en su diana a Gabriel Attal o a Xavier Niel y usó del escrito para describir su propia relación y experiencia con ellos me pongo a ello con este jurista. Ya conocemos todos sus grandes hitos, años lleva machacándonoslos, sea cual sea el tamaño de la reunión.
No se me habría ocurrido ponerme allí a hablar de él en mi blog de no haber rechazado él siempre frontalmente la posibilidad de explicarnos en privado. Y mira si hubo ocasiones para hacerlo.
Pasaron ya más de 10 años, pero la personalidad de este abogaducho lo merece.
Capaz de destrozar vidas cual personaje de una novela de Tanguy Viel, regodeándose de la desgracia ajena, por bien que fuera en gran parte provocada por su inutilidad cognitiva así como por las diversas disfunciones que padece, debidas a su ego hipertrofiado.
Descarado, arrogante, falso, hipócrita y sin importarle
lo más mínimo las consecuencias de sus negligencias, mentiras y engaños.
Creo que tampoco me habría atrevido a proceder así medio públicamente de no pensar que su frivolidad habrá dejado a más víctimas. Porque hallamos aquí otra de sus características.
La frivolidad, ahahaha ♩♬♪♫ (al son de Raffaella Carrà)
Últimamente la reivindica, pero no siempre fue así.
Y es que, hace algunos años ya, el necio ese no tuvo rubor alguno - tras llegarle a los oídos que compañeros de su propio partido le tachaban de frívolo- en probar a desmentir pública y torpemente semejante afirmación.
No entendía esa recriminación, el pobre, y achacaba la crítica a que él fuera sonriente y “porque escuchaba a los militantes”. Jajajajajajaja, sería precisamente por eso.
Y me permito una digresión sobre su calidad de escucha antes de volver al ridículo vídeo en el que probaba a desmentir su indiscutible frivolidad. Oí bastante hablar de él antes de conocerlo. Jugaba a golf, era una constante en las primeras impresiones que fui recogiendo, sin haber preguntado nada. Era en Izquierda (teóricamente) Socialista, la única corriente oficializada del PSOE, je.
Estaría en otros menesteres, pero su nombre me sonaba familiar antes de verle asomar la cabeza en reuniones partidarias, meses más tarde de empezar a frecuentarlas yo. “Tenemos a uno que no viene últimamente pero que es tan bueno que juega a golf”. Venía a ser algo así, antes de por fin encontrarme con él. No pasaba desapercibido, no, aunque no precisamente por su afán de escuchar a los militantes allí presentes. Y es que, cigarrillo y vaso de plástico cual cenicero en la mano derecha -incluso tras la ley antitabaco- y manipulando efervescente y continuamente el móvil con la mano izquierda, no daba para concentrarse mucho en lo que pudieran opinar los allí presentes.
Se hizo medio famoso un discurso suyo pronunciado desde un banco de la plaza de los fueros de València en el que la demagogia no solo residía en pretender que se lo marcaba desde allí por haberle negado una sala su partido sino también en explicarnos que había que tocarse más, abrazarse más. Todo un programa, que en cierta manera lo encumbró en su hábil propósito de parecer un rebelde, un “verso suelto” o un “enfant terrible” como enfatizaban algunos periodistas.
“Frívolo porque abrazo”, nos dice en el vídeo, se ve que va de abrazos el tema.
¡Y es que todo militante socialista que se precie debería de ser tan feliz como éste gilipollas! Supongo serán tristes todos aquellos - ¿o casi, quienes serán los otros? - de su partido los que hoy ocupan puestos relevantes en el entramado del gobierno de la Generalitat valenciana.
Yo ya había observado tiempo atrás la manera en la que calificaba de amargados o tronados a aquellos quienes no le seguían la corriente. Eso sí, una vez dichos interlocutores giraban la espalda.
El vídeo acaba con la famosa canción de Deluxe, “Que no”. “No intentes hacerme cambiar, no me pidas ese favooooooor, siento decirte que no que no que no”. Para qué, si ya era tan feliz el hombre.
Su manera de darle vueltas al asunto despejaba dudas. Es frívolo. Hoy en día reivindica serlo, por ejemplo a la muerte de su amigo Ramón Vilar, al que yo también quería. Me produjo dolor ver como intentaba homenajearle aduciendo a su supuesta frivolidad, de la que él habría aprendido. Él es frívolo, Ramón tenía sentido del humor.
El día fatídico de septiembre 2009
Han pasado 4 años en los que le vengo regularmente avisando que la madre de mi hijo es capaz de llevárselo ilegalmente al país de su nueva pareja, Argentina. Por teléfono, en persona, un sinfín de veces a lo largo de esos cuatro años le aviso de un problema gordo potencial. Me ha llevado decentemente la separación y no tengo motivos para acercarme a otro abogado.
Sabré más tarde que de haberle dedicado unos minutos lo habría podido desactivar. Añadiendo, por ejemplo, una pequeña cláusula en la convención de separación, cláusula que me habría permitido recuperar a a mi hijo en meses en lugar de los cinco años que me costaron.
Es viernes, de los últimos o el último de septiembre. En agosto mi hijo me dijo -en un francés impecable que daba gusto- que su madre hablaba de irse a Argentina pero que él se negaba rotundamente. Aunque solo tuviera 7 años, daba cierta seguridad.
El jueves día anterior sonaban todos los teléfonos de la familia materna de mi hijo en el vacío -sonarían y sonarían en el vacío meses y meses- y me asusté. Como me asusté a sus tres años cuando, una vez, ingenuamente y por teléfono, me dejo entrever con su voz de niño los planes -inmediatamente desmentidos por su madre- de instalación en el país sudamericano. Es obvio que lo primero que hice en ese momento fue llamar a mi abogado, al que no dejaría desde entonces de avisar. Por culpa de este susto padecí una temporada alopecia areata. Una mierda que te obliga a raparte el pelo por que se te abren huecos en el cuero cabelludo, provocados por el estrés.
Estaba pasando. Llamo al cole. Allí les han dicho que se van a Barcelona, que el marido de ella ha encontrado trabajo allí. Un burofax me anunciará por la tarde que se lo llevaban a Argentina.
“Menos mal que tengo a mi abogado”, pensé, ese mismo que hace pocos meses me decía: “si eso pasa, me voy contigo a Argentina, además, es delito”.
Luego ese día tuvo un problema con el teléfono. Y como era un viernes, claro, el problema duró el fin de semana. Y bastante más, considerando la duración de un fin de semana. No supe nada de él en varios días. De mi hijo no sabría nada durante muchos meses.
Se le había olvidado el móvil en el juzgado, al súper abogado.
“¡Ha pasado, lo han secuestrado! ¡Haz algo!” Le dije cuando por fin pude acceder a él. “Bueno”, me contestó con calma, “pon una denuncia en la policía”. Fueron especialmente nefastos estos policías (“estará bien el niño, está con su madre” …) , a los que había visitado ya antes de su preciado consejo. Pronto acabaría todo, y para tiempo, en aquel juzgado de peligrosa incompetencia.
Me equivoqué, sí. Se notaba que tomaba un poco a todo el mundo por tonto. Pero es que al fin y al cabo era no solo el abogado estrella de mi corriente sino mi abogado. Quieras que no pasas tiempo con él durante fines de semana en Madrid, en donde se molesta en pagar copas, como buen político que se precie. O en reuniones diversas, campañas o precampañas de él a primarias para las municipales de València, decididas por así decir unilateralmente, pero bueno. Normal que te lleve tus asuntos. Más habiéndote llevado correctamente la separación y esforzándose tanto en caerle bien a la gente.
Pero era el típico imbécil que en varios momentos había sospechado que era.
Encima supe más tarde, gracias a una foto que ilustraba un artículo de Las Provincias del día 14 de Octubre de 2009 y recolectando información llamando al periódico de cabecera de mi abuelo materno, que se fueron como dos semanas después del burofax.
Imaginaros, yo destrozado por el secuestro, sin noticia alguna. Son como las once de la mañana en la terraza del "Bar La Estación" de Aldaya, al lado del curro. Voy leyendo y pasando las páginas y de repente pierdo el habla enseñándole a mi colega del alma Javi la foto en la que aparece mi hijo junto a su hermanita. E ilustrando un artículo sobre parques infantiles, mi sector de entonces.
Quizás hubiera dado tiempo a hacer algo. En España habían como cuatrocientos casos anuales de sustracción de menores. Desde entonces me parece que han mejorado algo los procedimientos de control en las fronteras aéreas.
Ya en la segunda llamada en la que conseguiría hacerme con él desde mi móvil, abajo de su despacho y convencido de que entendería que el secuestro de mi hijo no era moco de pavo, me espetó: "búscate un especialista". Con toda la desgana y la indiferencia que uno puede imaginar. En este momento pensé que se acordaría de mí.
Luego acudí a una maravillosa abogada feminista, en efecto especialista, quien merece ser mencionada, así como su hijo, del mismo despacho, quienes no desfallecieron. Y la demás maravillosa gente con la que tuve la suerte de encontrarme, que mencionaré en otro momento.
No era posible que te encontraras a un fanfarrón inconsecuente de semejante envergadura en un lugar en el que te habías topado con él por afinidades políticas. Un chulo de boquilla de esos que te encuentras en el instituto, a los que no comprarías un coche usado, pero al que se lo compré...
Juzgados valencianos de lo civil y de lo penal que frecuenté, gracias
Mientras no compartí la custodia, nunca la madre me abonó las debidas pensiones. Fui condenado a pagar y pagué las pensiones -con intereses- de los cinco años en los que apenas pude ver a mi hijo, quien se encontraba ilegalmente en otro continente y acabó en la secta de un pederasta. Nunca su madre desembolsará las cuantiosas cantidades a las que fue condenada a abonarme por la mitad del coste de mis tres viajes, de una duración total de aproximadamente un año. Entre vuelos, estancias en hoteles y demás, hablamos de muchos miles de Euros. La cohorte de abogados/as, procuradores/as y escribanas (notarias en Argentina, las tres fantásticas) eso ya no entra, de todas maneras. Destrozan tu vida y se permiten arruinarte económicamente.
Otra mención aparte merece la encantadora procuradora valenciana a la que todavía debo dinero y quien sabe todo o casi. Trabaja con el impresentable ese desde hace una eternidad sin que aquel haya dignado interesarse nunca más por nuestra situación tras el secuestro.
Nunca la fiscalía hizo su trabajo. Ni se mandató a la Interpol a investigar nada. Nunca la madre fue condenada a costas. ¿Problemas en la justicia de este país? Y menos mal que los tribunales de la Argentina, un país al que muchos residentes allí califican como del tercer mundo, respondieron y estuvieron impecables.
Cuando se dan en España casos de violencia de género que acaban en asesinatos tras varias denuncias y tras haberse tomado medidas insuficientes, tristemente casi no me sorprende.
A vueltas con nuestro héroe
El teléfono no siempre le daba problemas. Un día le mandé por error un SMS en inglés que iba dirigido a una ex anglófona, cuyo nombre empieza por la misma letra que el de él y con la que pretendía restablecer el contacto. Fueron segundos los que tardó en contestar. Debió de pensar que se trataba de una ex suya porque tras mi replica en la que le expliqué la confusión me respondió a su vez, en inglés y ya sabiendo que se dirigía a mí: “what a pity”. “What a pity”, si yo te contara.
Habrían pasado meses, quizás algún año, desde el secuestro, cuando me llamó sin mayor problema para pedirme mi número de DNI, con tal de que le avalara para procesos internos de su -entonces nuestro- partido. Procesos que le vieron hablar constantemente de él, de su vida y obra y de su familia, vertiendo la lágrima fácil si le parecía necesario o cayendo en el chiste fácil.
Hablar de sí mismo sigue siendo una tónica desde que se cree “conseller en cap”. Le recuerdo afirmaciones tales como “YO no soy tonto, apoyo a Ximo Puig “para subrayar que a pesar de que gran parte de los suyos apoyaban a otro él estaba allí sosteniendo al presi. O “a MI Ximo Puig me ha propuesto ser conseller”, o "MI mujer también está empeñada en que se cierre no sequé". Y en las entrevistas que da todo gira entorno a su persona.
La política valenciana había encontrado a su farero. Primer espada del ala izquierda del PSPV, je, pero capaz de tejer alianzas que van desde esos tristes de su partido -de los que nos hablaba en el vídeo y que ahora gobiernan- hasta unos liberales repentina o covidamente “botanizados”.
A mis mensajes para pedirle tomar un café, con la idea no solo de expresarle mi malestar sino para evitar que les pasaran a otros semejantes percances, siempre me contestaba que le era imposible. Siempre se encontraba en algún juzgado de la CV, el muy escurridizo.
Hijo con el que, por cierto, había coincidido a menudo a lo largo de la primera parte de su niñez, la que pasó en España. En congresos de las juventudes o en reuniones de IS en las que le llegué a pasear alguna vez, como la estupenda Ana Noguera paseaba allí a menudo su hija, por ejemplo.
El desalmado. ¡Ay si se hubiera tratado de alguna de sus hijas! Hablando de familia, es posible que en el entierro de su padre haya habido alguien de mi familia, ya que las dos se conocen. Una de las mejores amigas de mi madre es más o menos de su familia, me parece también. No creo que lo sepa. Los demás, para él, si no es haciéndole la pelota o con los cuartos, los avales o los votos por delante...
Eso sí, posteriormente a nuestros intercambios de mensajes, cuando hubo testigos, en un congreso del PSPV en Alicante, por ejemplo, recuerdo, se dirigió a mí en voz alta: “¡tenemos que hablar!”. Pero adoptando el tono del hijo de puta que no piensa ni una sola de las palabras que pronuncia, otra de sus bellas costumbres.
Otra vez en la que yo intenté entablar la conversación sobre el tema -a lo largo de un finde guay en Titaguas concretamente, sí, tengo buena memoria- y cortando él de raíz toda posibilidad de exponerle lo que le quería exponer, me recordó de manera glacial lo económica que me había salido la separación acudiendo a sus servicios.
Si un abogado no te quiere servir es tan sencillo como que te remita a otro abogado, en lugar de perderse en promesas, tan reiteradas como falsas. El secuestro me ha permitido conocer a abogados de todos los colores, pero antes de toparme con este sujeto yo ya había conocido a unos cuantos y sé muy bien cómo funciona.
Hacerse imprescindible
Tendrá varias facetas el personaje, como las complejidades de la vida misma, a las que suele aludir. Una que nunca aprecié fue la obsesión por el dinero, catalogando a la gente según se podía comprar trajes de Zara o de Cortefiel, quejándose de manera insistente de lo que le costaba su secretaria -que no llegaría a mileurista- o explotando a sus pasantes.
En cada conflicto laboral -que los tuve ;-)- en el que me vi involucrado, y con tal de evitar dedicarle demasiado tiempo, supongo, siempre me aconsejaba que me hiciera imprescindible en la empresa. Imagino a la luz de lo imprescindible que se piensa él para la sociedad valenciana.
Tampoco aprecié nunca su desmesurada inclinación a la adulación, ni sus miradas negras cuando tenías el mal gusto de hacer reír o sonreír a alguna mujer. Un papel reservado para él. Como le es reservada por determinadas feministas esa extraña tolerancia con su inagotable repertorio de comentarios machistas.
Me llegó por una vía indirecta que "no me soportaba". "Ça tombe bien", que se diría en francés.
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