Cuando fui conserje de la Caja Rural de València


Unos inicios esperanzadores

 Principios de los años 2000. No desconfiaba para nada de encontrar un nuevo trabajo, pero fue un momento en el que acudí a mi prima consultora de una ETT multinacional para conseguir uno. A lo de las encuestas ya le había dado bastante las vueltas y andaba buscando otra cosa. La variedad y el interés de muchas de las encuestas que llegué a realizar diría que merecerá otro artículo, pero me centraré ahora en mis curros de la Caja Rural de Valencia. La nómina era interesante y la actividad a desplegar relativamente reducida.

 La lectura

 De los primeros reflejos ante el tiempo que corría entre petición de DNI y petición de DNI u otras tareas que me asignaron fue agarrar libros largos y me vino de perlas que me trajeran la improbable autobiografía de Jan Valtin, que fui recomendando luego en las filas del PSPV sin ningún éxito. 

También pasaban por mis manos revistas dedicadas al mundo de la banca, no desconocido por mi desde mis prácticas en el Crédit Local de France (luego Dexia, luego un pozo sin fondo, y tras la crisis del 2008 ya nada, aunque seguro existe alguna estructura vigente liquidando deuda todavía).  Y prensa especializada en temas de cooperativas agrícolas o agricultura en general por la especificidad de la actividad del banco, claro.

Los vigilantes de seguridad

Recientemente me encontré a uno delgaducho al que recordaba bien. Estaba afectado a la Conselleria de Igualdad y políticas inclusivas, en la avenida del Oeste, adonde me dirigía ya que aparte de mi hijo casi mayor de edad, tres niñas pequeñas estaban a punto de recalar en la secta de un pederasta encarcelado por ello (en Argentina). Ante las dificultades debidas a los principios del COVID y ya que había sido el rol de una justicia (a la que todavía se le espera, ¡pronto en una sala de lo civil del Supremo!) al que la dicha justicia había renunciado, pues bueno.

Luego estaba G., no sé si debo usar los nombres propios. No era el mas fiable de los agentes de seguridad del edificio, pero sí desde luego de los más simpáticos. De Jaén, o por allí, sería el hombre. Siempre que iba al baño, e iba muy a menudo, pronunciaba una frase que todos los que pasaban algún tiempo en aquella planta baja recordaran, pronunciada con su acento andaluz: "¡me voy a ver al señor Roca!".

J., o P., me parece, era más fiable, a pesar de que era el que escondía las botellas de vino que a veces compartíamos. Consumíamos el caldo en vasitos de plástico destinados mas bien al café, cuestión de discreción. Un buen hombre de Turís, el vino por allí se ve que no falta 😉

Luego cuando corro (por ponerlo en presente 😉) por el río a veces me cruzo con el increíble manitas que recorría kilómetros por todo el edificio. Vestido con su mono azul, llaves de todo tipo en la cintura, sabia reparar de todo un poco. Me parece que alguna vez lo he saludo llamándole por el nombre de alguno de los vigilantes, y es que pasaron bastantes años ya.

La vecindad con el Levante UD

 Yo de siempre había sido del Valencia CF. Cosas de mi abuelo materno de Alzira. Con póster incluido en mi habitación de Chamalières. Así que Camarasa, Giner, Arroyo, Sempere, Penev o Álvaro no tenían secretos para mí. Ese poster anduvo bastante tiempo en el cuartito de baño de la habitación junto al de la selección de baloncesto de Epi, Villacampa y los demás cuyos apellidos o apodos me sabía de memoria.

Luego descubrí a ese club singular, esa institución única que es el Levante U.D. Y es que en mismo edificio que el que albergaba la Caja Rural se encontraba la sede de Cofiser, de allí a que operaran las oficinas del club en el mismo lugar. En realidad, parecían un poco lo mismo, la empresa propietaria y el club. Hay mejores especialistas que yo para tratar de eso. En cualquier caso, fichajes y “desfichajes” no faltaban. 

Me hice colega de Felix Ettien, un tipo al que algunos describían como inculto pero que tiene mucho que contar. Y que cuando se ponía recorría la banda pero que bien, aunque a veces se le olvidara el balón 😉 Veíamos entrar y salir a los jugadores, para compromisos publicitarios o para cobrar sus nóminas. Kaiku destacaba especialmente por su peinado y los agentes por su discreción. Edwin Congo me parece era dentista también :-) Ya andaba Quico Catalán apuntando maneras por allí. 

Con mi hijo en los hombros, a la salida de los partidos, solíamos charlar con Rubiales. Estuve en la inauguración de su peña, en la que me alegró especialmente conocer a Tomassi, a quien el mediocre de López Caro apenas ponía. 

Por el hotel de al lado ni te cuento la de futbolistas que hemos visto pasar, la troupe que formábamos junto a las mujeres de la limpieza y a los vigilantes de seguridad. Uno de ellos, que no he mencionado anteriormente, le había hecho unos cuantos hijos a una de ellas y nos iba contando en voz muy alta y ante todos los que pasaban por allí su proyecto luego confirmado de vasectomía :-)

Las personalidades a las que les pedí el DNI

 Rafael Blasco era un habitual, a saber que andaría tramando. Cuando me entregaba el DNI siempre le miraba pensando que su nudo muy fino de corbata era una mierda de nudo, un poco al estilo del de Jospin. Aunque si quisiera establecer una escala de la dignidad podría tener aquí a esos dos políticos como sus dos extremos.  

Un economista del PSPV tenía rollitos con José Garrido, el consejero del Valencia C.F, un tipo de excelente trato que entre el palco del Mestalla y la Caja Rural andaba de aperitivos en aperitivos 😉. 

Luis Juares, de Bolbaite, D.E.P., era el presidente. Menudo orgullo andar por el palco del club che junto a Garrido, je. “El presi” como se me presentó la primera vez que nos encontramos. ¡Amigo de Rosita Amores, a la que le pedí a menudo el DNI! :-) El vigilante más colega mío tenia una edad y me contaba como se movía los pechos con las palmas de las manos en sus espectáculos. 

De esos también hay mucho mejores especialistas que yo para discurrir, pero llamaba mucho la atención que en el mundo cooperativista de la región, el del arroz, de los cítricos, hubiera tanta herencia franquista o post franquista. 

Se cocían cosas en las plantas altas de la Caja, de eso no hay duda. Vi montarse la versión moderna que era Ruralcaja, con el logotipo en minúsculas que cumplía con los estándares de diseño de moda en la época. Y encima ya andaba Cajamar merodeando y fichando a algunos directivos.

Eran los comienzos de internet y la cabina que teníamos reservada los conserjes (existían para el oficio apelaciones más pomposas también), con un cómodo sillón y material informático actualizado, predisponía a quedarse embobado viendo como podías buscar de todo, hasta la bio de Gonzalo Belloso, ese delantero argentino que corría un poco como Rouxel cuando le vi en la Meinau.

Mi promoción

Lo hice tan bien a la largo de esos múltiples contratos de seguidilla de ETT como conserje, que me ascendieron al servicio de comunicaciones 😊 Tanto el hecho de que fueran de ETT’s como su multiplicidad la verdad me venía muy bien económicamente y para mi futura situación de paro. Encima entonces la banca pagaba bien hasta a sus conserjes, que si cumplen se lo merecen, hay cosas que cuidar, la apariencia entre otras. De hecho, ir de traje me permitía sortear la presentación, entonces de rigor a la hora de pagar con tarjeta, de mi DNI en el supermercado. Cuando iba mal afeitado y en vaqueros desde luego no ocurría lo mismo 😉 Luego gestionar el correo de la caja rural me permitió memorizar bastantes pueblos de los que he visitado demasiado pocos todavía.

Ir de contrato en contrato me permitía dejarlo cuando quisiera. Y había tenido a un hijo. Cuando su madre volvió a trabajar, después de su baja por maternidad de 4 meses, lo dejé para cobrar el paro y poder cuidar de él. Yo solo había tenido dos días de permiso de paternidad y llevaba desde mi adolescencia queriendo ser papá.

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